La vida del Buscón
El libro se publicó por primera vez en 1626, aunque circuló antes en copias manuscritas algunas de las cuales se conservan hoy en día. Quevedo nunca reconoció haber escrito El Buscón, probablemente para esquivar problemas con la Inquisición, y su silencio sobre esta obra, pese a estar la autoría fuera de toda duda, ha incrementado los problemas en la datación de su composición. Se han propuesto fechas que van de 1604 a 1620 y un proceso de reelaboración posterior en el que Quevedo estaría trabajando hasta cerca de 1640.
Género literario
Es una novela, la única escrita por su autor. Sigue la línea de la picaresca amarga iniciada por el Lazarillo de Tormes de autor desconocido. Así, cuestionando el determinismo al que apela el protagonista de Lazarillo de Tormes, el de Quevedo es manifiestamente hijo de sus propias acciones y voluntad.
Intención de la obra
Ante todo, busca lograr un intenso efecto de comicidad. No pretende Quevedo destacar que ciertas acciones son éticamente condenables y que traen como consecuencia el castigo sino, en primer lugar, reír y hacer reír con ellas. Aparecen muchas malas acciones que quedan sin castigo. No hay digresiones moralizadoras, salvo la moraleja final: «nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de vida y costumbres». Así, principalmente, pretende demostrar la imposibilidad de ascenso social por la parte de los que no dejan de tener una moralidad defectuosa. Pablos quiere subir socialmente, “pica más alto”, y así se lo dice a don Diego: “más alto pico, y más autoridad me importa tener”. Quiere borrar sus orígenes y apartarse del ignominio de sus parientes. En carta a su tío, el verdugo, le advierte: “No pregunte por mí, ni me nombre, porque me importa negar la sangre que tenemos”.
Estilo
Quevedo no describe lugares y personajes de forma realista, sino grotesca, hasta obtener una visión esperpéntica. Esta exageración es un rasgo típicamente barroco. Todo es extremado: lleva la suciedad hasta lo más repugnante, la ironía al sarcasmo más brutal, el Dómine Cabra no es sólo pobre y miserable, es “archipobre y protomiseria”.
Trata a sus personajes con frialdad, sin compasión ni simpatía. Los describe con los trazos más negros, exagerando sus deformidades físicas y morales. Acaban siendo puras caricaturas.
Demuestra un alto dominio del lenguaje, no sólo por lo ilimitado de su vocabulario, sino también por su habilidad para jugar con él, forzando dobles significados, retorciéndolo. Utiliza un brillante estilo conceptista, impropio del personaje que se supone que está narrando sus aventuras y desventuras en primera persona. En su obra abundan los chistes macabros, las groserías, los juegos de palabras y dobles sentidos.
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